Daniel Casanova

Nuestro estilo de pensar y vivir glorifica a Dios.

Mateo 5:16. «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo.»

Nosotros mostramos la luz que esta dentro de nosotros, y las personas ven las buenas obras que hacemos en el nombre de Cristo y por el poder del Espíritu Santo, y como resultado honramos a Dios. Cuando nosotros hacemos buenas obras, estamos alumbrando. Estamos dirigiendo a las personas a Dios.

Juan 15:6… «En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto.»

¿Qué es llevar muchos frutos?

Es realizar buenas obras que glorifiquen a nuestro Padre Dios.

1 Corintios 6:20. «Glorificad a Dios en vuestro cuerpo.»

¿Qué significa esta frase, “Glorificad a Dios en vuestro cuerpo”?

Esto quiere decir que, todo lo que hagamos físicamente, sea para honrar a Dios. El Apóstol Pedro lo expone de la siguiente manera:

1 Pedro 4:11… «Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios  glorificado por Jesucristo…»

Lo que decimos tiene que ir de acuerdo a la voluntad de Dios plasmada en las Santas escrituraras; y todo lo que hagamos.

No podemos prender el fuego, pero sí podemos atizar el fuego una vez que está encendido. No podemos encender el Espíritu Santo en nuestras vidas, pero no debemos dejar que se apague. Nuestras acciones deben reflejar la Gloria de Dios.

Así como el Salmo 19:1. «Los cielos cuentan la gloria de Dios», nosotros también podemos proclamarla.

Los aspectos que tienen en común todos los pasajes anteriores son los siguientes:

  • La gloria de Dios se hace visible.

Revelación significa quitar el velo humano para verla.  No es algo que te esfuerzas para lograr; solo Dios decide cuándo mostrarse al hombre.

  • La manifestación de la Gloria de Dios produce reverencia. «Estad quietos, y conocer que Yo soy Dios.»
  • Cuando se manifiesta la gloria de Dios en nuestras vidas, no podemos «hacer»; solo adorar.

Permíteme ilustrarle este punto.  En el pasaje donde se narra la transfiguración de Cristo ante sus tres íntimos discípulos (Lucas 9:32), Pedro quería hacer una enramada. Pedro siempre está haciendo; ahora también quiere hacer, pero estaba equivocado. No era momento para hacer una enramada, era momento para adorar. Hay momentos para confiar y contemplar como Dios  provee lo necesario. La mañana estaba llegando y el sol ya salía; ellos necesitaban la nube que los cubriera. La enramada iba a ser de utilidad, pero Dios tenía algo mejor. Nada de los esfuerzos humanos puede traernos salvación; es por gracia: no es por obras para que nadie se glorié.  Dice la Biblia, que Dios tenía algo mejor: la nube le hizo sombra. El poder sobrenatural de Dios actuando; Dios proveyendo.

Hay momento para hacer, pero hay momento para ‘estar quieto’ y adorar.

¿Cuál es la reacción humana ante la gloria de Dios?

El temor reverente es la reacción del hombre que contempla la revelación de la gloria de Dios.

Hay otro punto significativo en este pasaje de la transfiguración de Jesús.  (Lucas 9:28)

Pedro sugiere que se hagan enramadas porque eso era lo que él conocía. Enramadas eran «cabañas», casas de campañas formadas con ramas, era la idea de los tabernáculos. El tabernáculo era el lugar que tradicionalmente contenía la gloria de Dios, era un lugar conocido.

Los judíos celebraban la Fiestas de los Tabernáculos, donde cada familia hacía una cabaña fuera de su casa para recordar las vicisitudes del pueblo judío durante su deambular por el desierto, y la precariedad de sus condiciones materiales simbolizada por el precepto de morar en una cabaña provisoria, luego de la salida de la esclavitud en Egipto: «A los quince días de este mes séptimo será la fiesta solemne de los tabernáculos a Dios por siete días.» (Levítico 23:34).

En medio de la gloria de Cristo, Pedro sugiere hacer un Tabernáculo o Enramada.  Parece algo ridículo. ¿Por qué algo así? Es muy simple, Pedro menciona lo que había visto hacer; estaba mirando al pasado, a lo conocido. Sin embargo, Dios tenía algo mejor para ellos; algo que miraba al futuro, a lo desconocido. La manifestación de la gloria de Dios siempre marca un punto hacia el futuro; un comienzo en el ministerio de Moisés, de Isaías, de Ezequiel, ahora en la vida de los discípulos. Hay algo de sobrenatural en cada revelación. Los caminos de Dios siempre serán más elevados que los caminos del hombre.

La nube de Dios le hizo sombra, era la gracia de Dios, Cristo comienza el pacto de la gracia. La revelación de la gloria de Dios siempre va a marcar un punto decisivo de partida en nuestra vida.

Efesios 3:16, 20… «Que os dé, conforme a las riquezas de su gloria el ser fortalecidos con poder  en el hombre interior por su Espíritu.»

Jesucristo es «la sublime gloria de Dios» en el Nuevo Testamento. «Vimos su gloria…» dijo Juan.  Hebreos 1:3, dice, « en cual siendo el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia.» Pablo lo llama «El Señor de la gloria» (1° Corintios 2:8), se transfiguró en gloria, mostró la gloria del Padre en su ministerio, resucitó en gloria, ascendió en una nube en gloria (Hechos 1:9), ahora se exalta en gloria (Apocalipsis 5:12-13) y volverá con poder y gloria gran.  Mateo 25:31.